"En 1678, un sacerdote caldeo de Bagdad llegó a la Villa Imperial de Potosí, el campamento minero de plata más rico del mundo y, en ese momento, la ciudad más alta del mundo a más de 4,000 metros (13,100 pies) sobre el nivel del mar. Una capital regional en el corazón de los Andes bolivianos, Potosí sigue siendo, más de tres siglos y medio después, una ciudad minera en la actualidad. Sus torres de iglesias barrocas vigilan cómo los camiones de mineral retumban en la ciudad, transportando minerales de zinc y plomo para su exportación a Asia.
Elias al-Mûsili, o Don Elias de Mosul, como se le conocía, llegó a Potosí en el siglo XVII con el permiso de la reina regente de España, Mariana de Austria, para recoger limosnas para su iglesia en guerra. La plata de Potosí, creía Don Elias, evitaría a los otomanos sunitas y a los safavíes chiítas que luchaban por el control de Irak, haciendo explotar periódicamente a Bagdad en pedazos con armas de pólvora recién escaladas. Igual de preocupantes para Don Elias eran los cristianos, cismáticos sin vínculos con Roma…"
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Armand